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domingo, 25 de enero de 2015

CRÍTICA: LA TEORIA DEL TODO

Muy a su pesar, la figura de Stephen Hawking, amén de sus hallazgos científicos tan complejos por forma como poco mundanos, siempre ha sido un ejemplo de superación vital.  El hecho de que este físico se haya convertido en la eminencia que es en su materia, a pesar de su enfermedad, le da un valor añadido a la figura, de cara sobre todo a los que somos unos negados en el tema. Es por eso que este biopic está mucho más pensado para el público general que en los aficionados a la materia. Sobre todo porque el film está más bien enfocado en tercera persona que en primera como la mayoría de los biopics.”No en vano, "La teoría del todo" está basada en una novela autobiográfica de Jane Hawking acerca de su enamoramiento y convivencia con el “descubridor” de los agujeros negros; y así su visión es más popular que científica ya que vemos a Hawking a través de los ojos de ella y no de él, como suele ser habitual. 

Sin embargo, el film tampoco reduce a la ciencia a un mero macguffin, si no que la confiere su parcela de protagonismo, al conformar la pareja como un ente para luego ir desmantelando sus perspectivas en seres individuales y ofrecer una versión más contrastada del conjunto. El resultado es, en esencia, un melodrama romántico y una historia de superación "real" donde también convergen elementos de debates tan universales como la confrontación ciencia y fe, que ponen de manifiesto la necesidad humana de entender lo que le rodea de formas muy diferentes. Es justamente ese carácter atemporal, una de las claves del magnetismo de este film juntamente con el excelente dúo actoral en el que se erige la película, lo que la convierte en una cinta realmente mágica.

 Y es que aunque es innegable que "La Teoría del Todo"  nos ofrece una versión deliberadamente edulcorada de lo sucedido, (Como se pone en manifiesto sobretodo en los momentos más comprometidos del guión) , su fuerza dramática, sigue constante durante todo el ágil metraje y el melodrama nunca alcanza el sentimentalismo barato si no el de la ingenuidad del mejor cine clásico. A eso contribuye la dirección muy británica y aplicada de Marsh, pero básicamente, con lo que el film se apoya es en dos factores: Primero, en el montaje ágil que alcanza su culminación en su brillante primera hora. Y Segundo, como ya hemos mencionados en dos actores tan inspirados como Felicity Jones y Eddie Redmayre. 

Después de esa primera hora que reúne todos los elementos de su mensaje en una suerte de paralelismos perfectamente cohesionados, el film baja al listón cuando le toca navegar por "las sombras" y cuando piezas tan esenciales como el personaje de un menor Charlie Cox intervienen en el relato. Pero antes que nos percatemos, el film vuelve a retomar el rumbo de la mano de sus protagonistas y nos lleva a una estación término que reafirma su condición de feel good movie de forma más que convincente, a pesar de esos aspectos pantanosos, que pese a su tratamiento sagaz,  conllevan a que la película nunca acabe por retomar la magnificencia inicial. No obstante, creo que el conjunto tiene tanto “duende” como la melosa pero preciosa banda sonora de Jóhann Jóhannson  que acompaña el relato, que para mi, dicho ítem convierte el film en una de esas cintas, que si bien no son “perfectas”, sucumbirán con convicción al paso del tiempo.

NOTA: 8


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